Los eventos organizados por el gobierno, por un lado, y la oposición, por el otro, marcaron la jornada en recuerdo del sangriento golpe de Estado del 11 de septiembre de 1973, que hasta hoy mantiene divididos a los chilenos y sin la esperada reconciliación.

El presidente Sebastián Piñera y la exmandataria y candidata a la Moneda Michelle Bachelet fueron, respectivamente, los oradores centrales de los dos actos por los 40 años del golpe que encabezó Augusto Pinochet y volvieron a diferenciarse al hablar sobre las causas de la asonada y la actitud posterior de la clase dirigente.

Bachelet reunió a las principales figuras de la opositora alianza Nueva Mayoría en el Museo de la Memoria, ubicado en la comuna metropolitana de Quinta Normal, y Piñera habló en la Casa de Gobierno ante ministros y representantes de Renovación Nacional (RN) y la Unión Demócrata Independiente (UDI).

Bachelet recalcó que la fecha revive «heridas que vuelven a mirar de frente, que vuelven a doler dado que traen el presente las atrocidades del pasado». «Aquí estamos, situados en el presente, pero abrigados por la memoria», remarcó.

La expresidenta reprochó la Constitución vigente en el país y sancionada durante la dictadura porque mantiene «escollos profundos para la voluntad soberana del pueblo» y consideró que «es hora de terminar con esas disposiciones».

«No existe reconciliación que se construya ante la ausencia de verdad, justicia o un duelo; aún tenemos una fractura profunda entre quienes justifican la dictadura y quienes confiamos en la democracia para enfrentar una crisis», evaluó, y sentenció que «las violaciones de los derechos humanos no son justificables».

«No existe reconciliación que se construya ante la ausencia de verdad, justicia o un duelo»
Michelle Bachelet

Entre quienes escuchaban a Bachelet se contaban el presidente del Senado, Jorge Pizarro, y los expresidentes Ricardo Lagos (2000-2006) y Eduardo Frei (1994-2000), titulares de los partidos del bloque opositor, senadores, diputados y alcaldes, entre otros.

Sobre las palabras de perdón y reconciliación lanzadas por varios dirigentes en los últimos días, Bachelet reclamó «una reconciliación que vaya más allá de la consigna, que no sea forzada porque la unidad no se decreta, sino que se logra a través de la reflexión abierta y colectiva».

«Esto se dará sólo entre quienes comprendan que el pasado es irreversible e irreparable, pero están dispuestos a aportar un futuro compartido. Un futuro que, sin pretender borrar el pasado, sin dar vuelta la página y lleno de justicia, nos permita la certeza que como país hemos aprendido esta terrible lección», manifestó la candidata.

ACTO DEL OFICIALISMO

Casi en paralelo, en el Palacio de Gobierno, Piñera enfatizó que «para cerrar las heridas del pasado y fortalecer la reconciliación, también se necesita grandeza, generosidad y capacidad de pedir y otorgar perdón, lo que sin duda corresponde al ámbito más noble e íntimo de la conciencia de las personas».

En lo que seguramente fue el párrafo que mayor polémica generará, Piñera consideró que el golpe «no fue algo súbito, sorpresivo, sino que fue el desenlace previsible, pero no por ello inevitable de una larga y penosa agonía de los valores de la sociedad chilena», que atribuyó en parte a que «el Gobierno de la Unidad Popular reiteradamente quebrantó la legalidad y el estado de derecho».

Ante apenas dos de los 9 postulantes presidenciales, Piñera -que nunca habló de dictadura y se refirió a ella como «régimen»- reconoció que «los que pudimos haber hecho más por los derechos humanos también tenemos una cuota de responsabilidad» en lo sucedido.

Piñera terminó su breve discurso con un llamado «a recordar y conmemorar en forma pacífica y reflexiva este 40mo. aniversario» del golpe del 11 de septiembre de 1973 «con un verdadero sentido de unidad, nación y futuro».

Además de funcionarios y legisladores de la coalición oficialista, entre los presentes estaba Alberto Cardemil,  diputado por RN y subsecretario del Interior de Pinochet.

A la salida del Museo de la Memoria, el expresidente Lagos recalcó que «el país está más maduro para atreverse a mirar el drama de lo que ocurrió» y puso como ejemplo que «lo se vio en  estos días es un conjunto de imágenes, hechos, que no se habían visto, y es muy importante que se haga una reflexión».

Para Lagos, debió realizarse «un solo acto para demostrar que, a cuarenta años, puede haber coincidencias», aunque admitió que falta «un diagnóstico común de lo que ocurrió y para cerrar bien las heridas, tener una carta constitucional» de consenso.

Del otro lado, el ministro de Defensa, Rodrigo Hinzpeter, lamentó la ausencia de expresidentes y políticos de la Nueva Mayoría, hecho que, evaluó, «ellos quieren dividir a los chilenos pensando que finalmente en esa división ganan».

«Por razones de oportunismo electoral y, como se trata esto de una cuestión importante y significativa para el país, ésta era la peor ocasión para tratar de sacar dividendos de esta naturaleza. Hoy era un día para estar unidos y no para estar divididos», remarcó Hinzpeter.

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