El ministro de Defensa, Raul Jungmann, prepara órdenes de registros para barrios enteros

El Ejército brasileño ya sabe cómo va a sobrevivir en las aguas inciertas en las que le zambulló el Gobierno el pasado viernes, cuando tomó la decisión inédita de entregarle el control de la seguridad de Río de Janeiro. Según lo que se va conociendo de la estrategia, esta compleja y delicada operación obedecerá un solo principio: contemplar las menores dudas posibles. El ministro de Defensa, Raul Jungmann, ya ha anunciado que está preparando una serie de órdenes de registros para barrios enteros. Bajo estas órdenes, los militares son libres de entrar en cualquier casa del distrito en cuestión –pongamos por ejemplo, la problemática favela de Rocinha, que tiene 70.000 habitantes–, con o sin sospechas de que se haya cometido algún delito. La intimidad de los vecinos pasará a depender de la opinión de cada agente.

El anuncio ha escandalizado a quienes ya tenían dudas sobre la intervención del Gobierno. En un país que apenas se libró de la dictadura militar más reciente en 1988, donde aún existe la idea que solo el Ejército puede imponer el orden en sus ensangrentadas calles, ceder aunque sea un ápice de poder a las tropas parece un paso con difícil marcha atrás. “Es una de las violaciones más graves de derechos civiles que Brasil enfrenta desde la dictadura”, protestó en Twitter la expresidenta Dilma Rousseff. De poco servirá la queja. El decreto que el presidente, Michel Temer, firmó el viernes fue ratificado el lunes por la noche por el Congreso, con unos aplastantes 340 votos a favor y 72 en contra. Ahora solo queda el visto bueno en el Senado, donde pocos esperan llevarse una sorpresa.

Pero si la hubiese, o si se complicase la batalla legal que la oposición le promete al Gobierno con cada detalle de este tema, no serían malas noticias para Temer. Al presidente no le viene nada mal que la atención y la indignación del público estén centradas en Río de Janeiro y no en sus manifiestas dificultades para que las cámaras aprueben su proyecto estrella, la impopular reforma de las pensiones. El Gobierno tenía que someter esta enmienda constitucional a una enésima votación en el Congreso ayer martes: era vox pópuli que, una vez más, no habían conseguido apoyos suficientes. Y la Constitución prohíbe que se voten enmiendas mientras esté ocurriendo una intervención como la que el Gobierno firmó, muy convenientemente en opinión de muchos analistas políticos, la semana pasada. Tímidamente, Temer ha propuesto suspender la intervención un día, que no ha determinado, para votar la reforma.

Mientras, en las calles de Río, muchos cariocas se preparan para lo peor. Los vecinos de la mencionada Rocinha recuerdan que las Fuerzas Armadas ya se hicieron con el control de la favela durante una traumática temporada. Cuando volvió la policía, lo hizo con tanta agresividad que los vecinos presentaron 35 quejas relatando abusos e irregularidades por parte de los agentes. En su experiencia, las autoridades pueden suponer una amenaza aún peor que las bandas de narcotraficantes, principales responsables de las muertes en Río.

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