Estudió en la UTN de Concepción del Uruguay y, luego de pasar por varios trabajos, ingresó en la Comisión Nacional de Actividades Espaciales (Conae). Entre agosto y septiembre será parte del lanzamiento del satélite Saocom.

Trabaja en la Ciudad de Buenos Aires, de lunes a viernes y con horario de oficina. Pero, lejos está la vida del ingeniero en sistemas de información Adrián Orellano de parecerse siquiera una pisca a la de cualquier oficinista de camisa y corbata.

En 2012 se instaló en Capital Federal y unos meses después ingresó en la Comisión Nacional de Actividades Espaciales (Conae), que dependía del Ministerio de Planificación y tras el cambio de gobierno es parte del Ministerio de Ciencia y Tecnología, para integrarse en el proyecto Saocom, que significa Satélite Argentino de Observación con Microondas.

Este joven profesional, que cursó sus estudios en la Escuela Rocamora y en el Colegio Nacional de Gualeguaychú, y que desde chico lejos de jugar a la pelota era un apasionado leer e investigar sobre ciencia, logró desarrollar una fructífera y prometedora carrera dentro de la Conae, donde, según contó, «es imposible dejar de aprender».

«Las funcionalidades del satélite son muchas, pero el objetivo principal del proyecto es generar imágenes de la tierra, un mapa de la humedad del suelo. Genera pulsos electromagnéticos en un espectro de frecuencia especial (banda L), que se envían a la tierra y luego se captura el rebote o ECO de esos pulsos. Esa información se procesa y genera imágenes que son distintas a lo que puede ver el ojo humano», contó en diálogo con el diario ElDía. Aunque aclaró que las herramientas de las que dispone el Saocom están lejos de agotarse allí.

«Tiene muchísimas aplicaciones, para nuestro país y para todo el mundo. Por ejemplo, sobre las enfermedades en la agricultura y sobre las posibles enfermedades en los seres humanos, y también todo lo que es el control de futuras catástrofes naturales relacionadas con la meteorología, ya que mide el nivel de humedad y la capacidad de absorción de la tierra», relató.

Todo proyecto espacial se divide en tres partes: operaciones, segmento de tierra y segmento de vuelo. En este último trabajan quienes se ocupan del diseño y la construcción del satélite; en el segmento de tierra se crean las herramientas para operarlo y en operaciones están quienes hacen este trabajo.

Adrián trabaja en el segmento de vuelo, y dentro de éste en una de las tareas más importante del proyecto: el diseño del software y evaluación del SAR (Radar de Apertura Sintética), que es el principal instrumento que tiene el Saocom.

-¿El satélite podrá anticipar catástrofes?
-En el caso de inundación, por ejemplo, se pueden hacer mapas que describan cómo es esa inundación y cómo está impactando en cada zona; dónde está más crecido, dónde puede seguir creciendo. Eso es muy importante para la alerta temprana y el auxilio consecuente. No sólo en Argentina sino en todo el mundo, porque al tener una órbita polar (el satélite) va de polo a polo, recorriendo de esta manera, no solo argentina, sino todo el planeta.

-¿Cuándo estará terminado?
-Este año se realizará el lanzamiento del Saocom 1 A, que es el primero de una seria de cuatro satélites. Ya está terminado, pero se está completando la etapa de prueba. Todo indica que en agosto, dependiendo de las condiciones climáticas, se estará haciendo el lanzamiento desde California.

-¿Por qué se lanzará desde California?
-Para el lanzamiento de satélites se contratan a empresas u organismos que tienen capacidad de lanzar, que cuentan con cohetes con la suficiente fuerza para salir de la superficie de la tierra y vencer la fuerza de la gravedad. Actualmente, Argentina no tiene la capacidad de lanzar sus propios satélites porque no cuenta con la tecnología necesaria. No tenemos lanzadores, pero estamos trabajando en desarrollar esa tecnología. En este sentido, otro de los proyectos actuales, y de los más importantes de la Conae, es el lanzador Tronador.

En cuanto a los antecedentes de la Conae en la construcción de satélites, Orellano destacó toda la serie de los SAC, satélites con órbitas polares que también tuvieron fines científicos, a diferencia del Arsat, que se utilizó para desarrollar la comunicación y aplicaciones comerciales. «Los productos del satélite son imágenes que tendrán aplicación científica para el desarrollo estratégico del país. Todos los satélites de la Conae tienen esta característica», remarcó.

-¿Qué pasa con esos satélites anteriores?
-Ya no funcionan. En su momento se les dio la utilidad para la que fueron creados, pero cada satélite tiene determinada vida útil ?aproximadamente, cinco años? y luego cae y se quema en la atmósfera. Pero, por ejemplo, tenemos el caso del SAC C, que es el anteúltimo satélite que se hizo, que cumplió su objetivo y superó largamente el tiempo en órbita, llegó a estar unos 13 años.

Entre agosto y septiembre

La vida útil del Saocom se estima, como en todos los otros casos, en cinco años. Pero este tiempo va a depender de varias variables, particularmente del resultado del lanzamiento y de la cantidad de correcciones que demande el mismo. Ya que «la vida útil está relacionada con la cantidad de combustible que se utilice para corregir la órbita: si se utiliza mucho, esta se acorta». Además, «siempre se tiene que guardar un poco de combustible para producir la reentrada a la atmósfera, una vez cumplida sumisión, quemando el satélite para que no quede dando vueltas por ahí, por muchísimos años», explicó el ingeniero gualeguaychuense.

Asimismo, sobre el proyecto en el que trabajan más de 500 personas -él es el único gualeguaychuense- y está financiado por el BID (Banco Interamericano de Desarrollo) y Estado Nacional, y en colaboración con la Agencia Espacial Italiana, indicó que si bien ya finalizó la parte de la ingeniería y la construcción del segmento de vuelo, «tenemos que poner a punto todas las herramientas del segmento de tierra, que son muchísimas y muy complejas; después viene el lanzamiento y la puesta en órbita, que es lo que se ve por la tele», agregó.

«Lo que llega a los hogares es la imagen de todo el mundo aplaudiendo, pero atrás hay un equipo inmenso de gente controlando, lo que se llama telemetría, que es lo que el satélite va informando de su estado interno y se debe ir monitoreando desde tierra para que haga lo que se planificó. Es la parte en la que más nervios se pasan porque hay que estar muy atentos y preparados para todas las eventualidades que pueden surgir», adelantó Orellano, quien aspira a seguir siendo parte del Saocom y de «todos los proyectos y desafíos posibles».

«Nos pasa a los ingenieros que mientras más complicado es un problema, más nos atrapa. Y nos pasamos horas y horas tratando de encontrarle soluciones creativas», contó el joven científico. «En la Conae, un ingeniero toca el cielo con las manos», sintetizó.

%d