El líder de Morena, evasivo y sin apenas propuestas, elude los ataques en un encuentro del que Anaya sale reforzado y que apunta a un duelo final entre los dos.

La carta de navegación del primer debate electoral en México se cumplió sin mayores turbulencias. Andrés Manuel López Obrador, evasivo, sin apenas propuestas concretas, eludió los ataques que le lanzaron en tromba el resto de candidatos. El más incisivo fue Ricardo Anaya, el aspirante que mostró mayor solidez y se preparó mejor un encuentro en el que José Antonio Meade no logró sorprender en ningún momento. La distorsión que causaron la presencia de los dos independientes, Margarita Zavala y un estridente Jaime Rodríguez, El Bronco, evitó una batalla más descarnada entre los tres principales candidatos a la victoria final, que cada vez tiene más visos de duelo.

El líder de Morena cumplió su promesa de no entrar a responder a los ataques, presagiando el vendaval que se le vendría encima. En su tercer intento por lograr la presidencia, López Obrador logró conservar la moderación que ha cultivado esta campaña y evitó caer en la trampa que le prepararon sus contricantes al no sacar las malas formas que se le han achacado siempre: su peor carácter, su mayor rival. Confiado por la amplia ventaja que le dan todas las encuestas, se volvió predecible, lo que, al menos, le sirvió para no perder un debate del que se fue deprisa y sin despedirse.

Ricardo Anaya capitalizó los ataques contra López Obrador y se erigió como el triunfador de la noche. El candidato de Por México al Frente, la coalición que integran el conservador PAN y los progresistas PRD y Movimiento Ciudadano, fue de lejos el candidato más sólido. Desplegó sus dotes como orador para, por un lado, evidenciar la falta de preparación de López Obrador y tratar de distanciarse de José Antonio Meade, al que ninguneó salvo en el apartado dedicado a la corrupción, la gran losa del aspirante del PRI, que eludió cualquier crítica al actual gobierno o al partido por el que opta a la presidencia.

El primer punto de confrontación hacia López Obrador llegó, como era previsible, en el capítulo dedicado a la seguridad. La amnistía a los líderes del narcotráfico que sugirió hace meses, y que tras la polémica ha ido modulando, centró la ofensiva. “Perdonar a los delincuentes no es la solución”, le criticó Anaya. Menos tibio si cabe fue Meade: “En tu ambición de poder te vas a convertir en un títere de los criminales, la amnistía te pone de su lado”. El líder de Morena se mostró a la defensiva y evitó concretar de qué se trata la amnistía que propone: “La amnistía no significa impunidad, se ha manejado de manera malintencionada que quiero sacar de la cárcel a todos los delincuentes”, afirmó López Obrador, que, no obstante, insistió en que “no descarta ninguna opción” para lograr la paz. Recordó, además, que en caso de vencer el 1 de julio convocaría a un gran diálogo nacional al que invitaría al Papa Francisco.

Los ataques verbales contra el puntero en las encuestas tuvieron más resonancia que las propuestas para combatir la inseguridad. Todos los candidatos se justificaron en los errores que se han cometido para repetir, en cierta manera, las mismas estrategias que han funcionado hasta ahora. La conocida como guerra contra el narcotráfico, iniciada por Felipe Calderón, ha dejado más de 220.000 muertos y al menos 30.000 desaparecidos. Los niveles de violencia alcanzaron los niveles más altos en 20 años el pasado 2017.

El apartado dedicado a la corrupción logró que el debate virase hacia un toma y daca entre varios de los candidatos y no una pelea de todos contra López Obrador. El líder de Morena recalcó que combatir la corrupción será su gran batalla, pero cuando se le interpelaba por la forma en que lo haría, rehusó concretar cómo y volvió a apelar a su figura: “Se puede acabar con la corrupción si hay voluntad política del presidente y el presidente es honesto”.

Anaya optó en esta ocasión por diversificar sus dardos. Criticó a López Obrador por incorporar a su campaña a personajes envueltos en escándalos y cargó contra Meade por los casos de corrupción de varios gobernadores durante el sexenio de Peña Nieto. Al mostrarle una foto suya con César Duarte, exgobernador de Chihuahua, prófugo de la justicia, le espetó: “¿Qué tan grande fue tu rebanada del pastel?”.

El candidato del PRI, necesitado de recortar distancias en las encuestas con Anaya, sacó a relucir la polémica por la venta de una nave industrial del candidato del Frente. Pese a que la Procuraduría General de la República (PGR), la Fiscalía mexicana, no ha logrado probar ni que el origen del dinero de la compra -53 millones de pesos, 2,9 millones de dólares- sea ilícito ni que Anaya se haya beneficiado de él, el aspirante no consigue despojarse de las dudas sobre cómo se realizó la venta. “Lamentablemente se ha construido una historia de mentiras”, criticó.

El formato del debate permitió que los tres periodistas moderadores del evento pudiesen repreguntar a los candidatos. Pese a los intentos de Denise Maerker por sacar a colación por qué el caso de corrupción de la brasileña Odebrecht apenas ha tenido consecuencias en México, los candidatos, salvo López Obrador, optaron por hacer caso omiso de las preguntas. «No se aclaran las cosas porque están implicados los altos funcionarios», apuntó el líder de Morena.

El pulso entre López Obrador, Anaya y Meade quedó desdibujado por las intervenciones de los dos candidatos independientes, Margarita Zavala y Jaime Rodríguez, El Bronco, sin opción desde un inicio por lograr la victoria el 1 de julio. La esposa del expresidente Felipe Calderón se mostró nerviosa, en una suerte de spot electoral de más de horas en vez de en un debate. El punto abracadabrante de la noche lo puso El Bronco, el último en entrar en la boleta electoral después de que el Tribunal Electoral obviase más de un millón de firmas falsas que había presentado para lograr la candidatura. El gobernador de Nuevo León no tardó ni un minuto en sacar una bala para demostrar que había sido víctima de la violencia que azota México y tampoco titubeó a la hora de repetir varias veces que lo que había que hacer con los delincuentes era cortarles la mano.

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