Luciana Lemos hizo una extensa y puntillosa declaración en la que aseguró que había un acuerdo comercial entre el intendente Sergio Varisco y el narcotraficante Daniel Celis y comprometió seriamente a varios funcionarios. Mencionó dos ocasiones en las que dejó cocaína en oficinas del Palacio Municipal. “Las veces que llevé droga al municipio se la entregué a Pablo Hernández y Griselda Bordeira”, dijo en su indagatoria.

Hubo un día, no mucho tiempo atrás, en que Luciana Ernestina Lemos atravesó casi toda la ciudad cargando una mochila con seis kilos de cocaína que debía entregarle al concejal Pablo Hernández y a la ex funcionaria Griselda Bordeira.

La escena que parece extraída la contó la propia Lemos, pareja de Daniel Tavi Celis, en la declaración que hace unos días ante el juez Leandro Ríos, que investiga las presuntas vinculaciones del intendente Sergio Varisco con una banda de narcotraficantes.

Lemos tenía la droga en su casa y eso a Celis lo inquietaba. “Era lo que yo tenía ahí y que ellos no lo buscaban. Entonces Daniel me dijo que se los llevara a la Municipalidad y yo fui con la mochila; fui directo a la oficina de Bordeira y ella me dijo qué hacía ahí. Estaba enojada. Yo tenía todo en la mochila. Bordeira bajó a la oficina de Pablo Hernández y de ahí salieron todos lo que estaban en la oficina, me hicieron pasar y quedamos Bordeira y yo. Saqué las cosas de mi mochila y le dije que yo con eso a mi casa no me volvía. Ella se enojó porque yo se lo había llevado ahí y yo se las dejé”, detalló Lemos e incluso fue más allá y contó que Bordeira le había adelantado 200.000 pesos por esa droga.

En una extensa y puntillosa declaración indagatoria, Luciana Lemos contó detalles del acuerdo comercial que implicaba la utilización de fondos públicos para financiar al narcotráfico, hizo escalofriantes revelaciones sobre la vinculación entre funcionarios municipales y la organización narcocriminal liderada por Celis.

“Las veces que llevé droga al municipio se la entregué a Pablo Hernández y Bordeira”, aseguró la mujer en un tramo de su declaración.

Contó además que no fue aquella la primera vez que llevó droga al Palacio Municipal. El 1 de diciembre de 2017 hizo un intercambio con otro funcionario: “Le llevé un ladrillo de cocaína a Pablo Hernández y me lo pagó ahí en su oficina de la Municipalidad”.

En esa declaración también reveló el significado de las anotaciones que hizo en los cuadernos que los policías federales secuestraron en su casa en los allanamientos realizados el 2 de mayo. Contó que Celis le había dado “órdenes expresas que no anotara los nombres”, por eso se utilizaban apodos: “Amigo X es Bordeira; Nacho es Varisco; Daniel es Hernández y Chino es Gainza”, confirmó.

Según dijo, “Gainza solo compró una vez”. Habría sido en los días posteriores al 20 de abril. Sin embargo, la mujer aclaró que nunca lo vio ni tuvo contacto personal ni telefónico con el concejal. “Yo nunca le entregué ni droga ni plata directamente a Gainza, ni tampoco Emanuel me entregó plata a mí. Nunca traté con él. Todo lo que anoté respecto de Gainza, fue por lo que me decía Daniel”, aseguró. En el cuaderno, como se dijo, Gainza estaba registrado como “Chino”.

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Estos datos motivaron los allanamientos, el secuestro del teléfono celular de Gainza, la suspensión de la declaración testimonial que debía prestar este miércoles y motivarán, seguramente, su imputación por vínculos con el narcotráfico.

La conexión peruana

Lo cierto es que más allá de los nombres propios, la declaración de Lemos permite reconstruir la estructura de la organización encabezada por Tavi Celis, desde septiembre de 2017 hasta su caída en mayo de 2018.

Celis estableció contacto con una organización peruana encabezada por un tal Johan, que tenía su base de operaciones en la villa 1-11-14 en la Ciudad de Buenos Aires, a través de un tal Brian, que podría ser Dardington Jiménez Sánchez, recientemente condenado por el contrabando del mayor cargamento de éxtasis del país.

En septiembre, dice Lemos, compró cinco kilos de cocaína, “y desde ahí fue en aumento”. Contó que “traían todas las semanas quince kilos y una vez bajaron veinte kilos de cocaína”. La droga llegaba en colectivo y las mulas, generalmente, eran mujeres o Wilber Figueroa Lagos, un ciudadano de nacionalidad peruana de estrecha confianza del proveedor.

En alguna ocasión el propio Johan estuvo en Paraná y se alojó en el Hotel Howard Johnson Mayorazgo, contó Lemos.

“Celis me decía a quién le tenía que dar, quién la buscaba y me decía que no anotara nada, pero yo anotaba igual porque después me hacía problema y me reclamaba. Por ejemplo, una vez faltó plata, Johan no quería reconocerle a Celis, Celis me reclamaba a mí, y entre los dos, Johan y Celis, querían que yo pagara la plata, entonces mandan a Wilber para que se quede en mi casa hasta que yo pagara la plata”, señaló.

A principios de año hubo otro problema: a Celis le robaron un cargamento de quince kilos de cocaína en Santa Fe y lo apuñalaron en la cárcel. El responsable sería otro narcotraficante identificado como Dante Sosa.

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Según Lemos, ese episodio le generó una deuda con el proveedor peruano. “Celis me dijo que yo tenía que seguir trabajando para pagar la deuda de los quince kilos y seguíamos vendiendo eso hasta que llego la Policía” el 2 de mayo, contó la mujer. “Ellos buscaban doce kilos, ese día eran doce kilos, yo no los vi porque Wilber llegó ese día a la casa de Cholo (Eduardo Celis, hermano de Tavi) con la mercadería, y cuando me llama Celis y me dijo que fuera a controlar la mercadería porque siempre faltaba, yo no fui porque hacía frío y llovía (…) Yo no sabía dónde Cholo guardaba, lo tenía que llamar a Nahuel (Celis, sobrino de Tavi) para que me lleve al lugar y nunca lo llame . Yo lo llame cuando los chicos ya estaban en casa y querían las cosas; entonces Nahuel me trajo los tres kilos y con los otros nueve no sé qué pasó”, agregó más adelante.

El acuerdo incumplido

Cuando en mayo de 2017 se desarticuló la banda de Celis tras la detección de una avioneta desde la que se descargaban más de trescientos kilos de marihuana, el juez Ríos advirtió que “mediante la celebración de diversos acuerdos políticos, entendidos como pactos de confianza con el entonces candidato a intendente Sergio Fausto Varisco quien prometía un gobierno de puertas abiertas, Celis logró la incorporación (a la Municipalidad de Paraná)” de personas que formaban parte de su organización.

El magistrado dice ahora que ese acuerdo político se reconfiguró y se profundizó a partir de septiembre de 2017.

En otro tramo de su declaración, Lemos contó un episodio revelador sobre la tensa relación que siempre tuvieron Varisco y Celis: “Recuerdo que un día estaba tomando mate con Celis y Hernández le manda un mensaje de texto diciéndole que Varisco decía que mandara a toda su gente pero que él no se presentara por las cámaras y fotos. Ahí Daniel explotó y dijo que lo iba a matar. Ese mismo día llega Varisco a casa, luego del mensaje de Hernández, y me llamaron a mí porque Celis estaba muy enojado dentro del dormitorio. Entró Varisco a la pieza y discutieron fuerte. Celis tenía una pistola en la mano. Yo me puse mal, me desmayé y terminé internada tres días en la Clínica España. No lo mató a Varisco porque yo me desmayé y me tuvo que llevar a la clínica (…) Cuando salí de la clínica me dijo que teníamos que ir a un asado con Varisco, en la casa de (Cristian) Silva. Se ve que en esos tres días habían solucionado todo, porque en el asado estaba Varisco, el Flaco Silva con la mujer, Daniel conmigo y Hernán Rivero”.

Silva era un eslabón importante en la estructura de Celis. Es un hombre de su extrema confianza, que trabajaba en la unidad municipal y era la persona a quien el jefe de la organización le había asignado la administración de sus bienes y el manejo de operaciones financieras y cambiarias para obtener liquidez monetaria

Rivero, en tanto, sería designado como director general de la Unidad Municipal 2, a poco de asumido Varisco como intendente, en 2015.

Respecto de Varisco no existe entre las cientos de horas de escuchas telefónicas ninguna comunicación ni mensaje de texto directo con Celis ni Lemos. Pero se calcula que había varias personas que oficiaba de intermediarios entre ambos.

Lo cierto es que ella asegura que “Nacho” es Varisco y describe las órdenes que Celis le daba al respecto: “Cuando me decía que iban los de ‘Nacho’ a buscar, que es la gente de Varisco, iba un hombre alto, de tatuaje en los dos brazos, lleno de barba, pelo negro corto, lacio, y de piel blanca, que yo sabía que iba de parte de Varisco porque ‘Nacho’ era Varisco”, insistió.

Cuando decretó el procesamiento de Varisco, Hernández, Bordeira y los integrantes de la banda de Celis, el juez asegura que el intendente financió el relanzamiento de la organización mediante la entrega regular de 50.000 pesos en efectivo, todos los meses y hasta el final de la actual gestión.

El jefe narco le reclamaba, en total, 2 millones de pesos y la encargada de cobrarlos era Lemos. O al menos es lo que ella dice.

En su indagatoria, Varisco aseguró que “nunca” hizo un acuerdo con Celis y que no conoce a Luciana Lemos, por lo que negó haberse reunido con ella el 27 de abril de 2018 en el Palacio Municipal, ante una pregunta del juez Ríos.

Lemos se explayó al respecto: “Yo fui a la Municipalidad porque Daniel me mandó, fue el 25 o 26 de abril. Daniel me mandaba derecho a Varisco a cobrarle la deuda de 2 millones de pesos que puso para la campaña. Él no puso la plata, sino que bajaba la mercadería, la droga, para repartirla a la gente así lo votaban a Varisco; obvio que también ocupaban plata en efectivo para carteles y demás, también bolsones de comida que sacaban de la carnicería (de Celis)”. Sin embargo, no llegó a reunirse con Varisco. “Nunca me atendía sino que me atendía Pablo Hernández en su oficina, eso fue siempre así desde septiembre de 2017 que empecé a ir a la Municipalidad”.

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Sigue Lemos: “El primer día que yo fui y no me había atendido, se habían reunido entre sí Varisco, Bordeira y Hernández y ahí ellos llegan a un acuerdo que le iban a dar a Daniel Celis 50.000 pesos, pero nunca cumplieron. Le tenían que dar durante todo el tiempo esa plata, mientras Varisco esté en su cargo. Si Varisco le daba los 2 millones de pesos enteros, Celis no lo molestaba más y cada mes Celis le ponía intereses”.

Según Lemos, tampoco el acuerdo mensual se cumplió y eso generó la ira de Celis. “Ahí empezó todo el desastre, hasta que llegó lo último y Daniel me dijo que vaya a la Municipalidad y que no salga hasta que me atienda Varisco. Esto habrá sido entre el 20 o 22 de abril. Nunca me atendió Varisco, pero me atendieron Bordeira y Hernández. En esa semana fui un montón de veces a la Municipalidad porque Daniel Celis me decía que no me moviera de ahí y ellos me decían que me fuera a mi casa. El día 27 o 28 de abril, yo fui a la mañana a la Municipalidad y Bordeira me dijo que vaya más tarde porque se iban a reunir con Varisco y Gainza para ver qué arreglaban. Bordeira me agarró mi teléfono para que Varisco leyera todo lo que Daniel me decía en el teléfono y cuando volvió de hablar con Varisco me dijo que fuera a la tarde de vuelta. Pero no me fui porque Daniel me decía que me quedara. Ya al mediodía, vi a Varisco que bajaba, me le acerqué y lo saludé, pero se hacía el que no me conocía, como si fuera una extraña. Le dije que iba de parte de Daniel, de Tavi, y me dijo que ya había hablado con Bordeira y que no tenía nada que hablar conmigo, pero que a la tarde me iban a atender Bordeira y Hernández (…) Volví a ir a las seis de la tarde a la Municipalidad y Pablo, que era el que traía la plata, llegó como a las nueve de la noche. Entre esa espera, Bordeira hizo video llamadas con Daniel Celis y yo me volvía loca porque no sabía si se odiaban o se querían, porque al final hablaban como si nada por teléfono. Bordeira se reía de los mensajes de Daniel Celis, de cómo me amenazaba, y ellos charlaban como si fueran grandes amigos. Ahí Bordeira me dio 10.000 pesos y Hernández traía 30.000 pesos. Me dieron 40.000 pesos en total, que anoté (…) donde dice “40 municipal”.

Es un hecho que la declaración de Lemos generó un cimbronazo para la investigación y su impacto es todavía impredecible.

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