La cumbre del G-20 terminó con G de guerra entre China y Estados Unidos. El documento final admitió abiertamente “tensiones geopolíticas y comerciales” y “reversión de flujos de capital”. Pero el Gobierno insistió ante los países ricos con su plan de economía abierta y vulnerable

El presidente Mauricio Macri cerró ayer la cumbre de ministros de Finanzas y banqueros centrales del G-20 con un breve discurso en el que volvió a reconocer un escenario internacional adverso al referirse a las dificultades que enfrentó el país en las últimas semanas. “Tuvimos que hacer frente a algunas turbulencias debido a volatilidades externas y factores internos, pero logramos navegar por estas aguas agitadas y mantener el rumbo”, aseguró. De este modo, pareció dar por superada la crisis y se limitó a agradecer el respaldo internacional y a ratificar el rumbo de su política económica de apertura comercial y financiera, pese a que el documento final de la cumbre dejó traslucir una guerra comercial declarada entre las principales potencias que amenaza con hacer temblar al planeta. Macri evitó hacer referencia a ese enfrentamiento y destacó que “el G-20 es mucho más que una declaración de líderes. Se trata de un proceso gradual de diálogo pluralista y negociación global”. En una conferencia de prensa posterior, el ministro de Hacienda, Nicolás Dujovne, llegó a decir que “la reunión del G-20 fue un verdadero éxito”, aunque al momento de resaltar lo positivo apenas destacó el diálogo y la búsqueda de consenso, consenso que en temas clave como el comercio internacional no se pudo alcanzar.

El encuentro de ministros se llevó adelante en el Centro de Exposiciones y Convenciones, ubicado en Avenida Figueroa Alcorta 2200. Como suele ocurrir en los eventos del G-20 el lugar estuvo fuertemente custodiado con tanquetas, carros hidrantes, patrulleros, camiones, vallas y cientos de efectivos de la Policía Federal y Gendarmería. Adentro, la belicosidad también se hizo sentir y fue difícil para los ministros encontrar puntos de encuentro. El propio Dujovne lo dejó entrever en la conferencia de prensa que brindó junto al titular del Banco Central, Nicolás Caputo, cuando destacó que lo más importante en este momento es “mantener vivo el grupo”.

“Entre los países que integramos el G-20 hay una visión muy fuerte, muy clara, de que tenemos que mantener vivo este grupo y funcionando en armonía porque en los malos tiempos se ve cuan imprescindible es. Pensemos el rol crucial que jugó el G-20 en la crisis de 2008 y 2009 para evitar que esa crisis fuera aún más profunda de lo que fue. Tuvo resultados muy concretos para la vida de nuestros ciudadanos y evitó millones de pérdidas de empleo que podrían haber ocurrido”, aseguró el funcionario.

Cuando se realizó la última cumbre de ministros del G-20 en Buenos Aires durante marzo, Estados Unidos ya había amenazado a China y la Unión Europea con aplicar restricciones comerciales, situación que tensó aquella cumbre. Sin embargo, esas amenazas ahora son realidad. El gobierno de Donald Trump impuso a principios de mes un arancel de 25 por ciento a productos chinos por valor de 34.000 millones de dólares. La medida forma parte de un castigo mayor que podría llegar a 50.000 millones de dólares en los próximos días. A su vez, la Oficina de Comercio Exterior de la administración de Donald Trump adelantó que si China toma alguna represalia podrían aplicar un gravamen del 10 por ciento a otro listado de bienes valuados en 200.000 millones de dólares a partir de agosto.

Las reuniones de este fin de semana en Buenos Aires no ayudaron a acercar las posiciones y eso quedó reflejado en el documento que los ministros del G-20 difundieron ayer por la tarde luego de la cumbre. “El crecimiento económico global continúa siendo robusto y los niveles de desempleo son los más bajos en una década. Sin embargo, el crecimiento ha sido menos sincronizado recientemente y los riesgos de corto y mediano plazo han aumentado. Estos incluyen las crecientes vulnerabilidades financieras, el aumento de las tensiones comerciales y geopolíticas, los desbalances globales, la desigualdad y el crecimiento estructuralmente débil, particularmente en algunas economías avanzadas”, dice el texto. Luego se reconoce la importancia del comercio internacional y la inversión como motores del crecimiento y el desarrollo, pero las partes enseguida dejan en claro que no hubo avances. “Reafirmamos las conclusiones de nuestros líderes sobre el comercio en la Cumbre de Hamburgo”, se destaca en el documento, una manera sutil de reconocer que la negociación está tan empantanada, o incluso más, que como lo estuvo el año pasado en la citada cumbre de Alemania.

El ministro de Economía y Finanzas de Francia, Bruno Le Maire, fue menos diplomático ayer por la mañana en su cuenta de Twitter al pedirle a Estados Unidos que respete el multilateralismo y abandone la ley de la selva. “El comercio mundial no puede basarse en la ley de la selva y el aumento unilateral de los aranceles es la ley de la selva. Hacemos un llamamiento a los Estados Unidos para que razone, respete las reglas del multilateralismo y respete a sus aliados”, aseguró.

Frente a esta guerra declarada Dujovne se limitó a decir ayer en la conferencia de prensa que “en el G-20 tenemos que enfatizar los consensos y el diálogo constructivo es una parte esencial de ese trabajo. No se trata de negar las diferencias que puedan existir, siempre en las sesiones hay un diálogo duro y sincero, pero luego a la hora de llegar a un acuerdo y tener un comunicado vamos a tratar de enfatizar los consensos porque reconocemos la importancia de mantener este grupo vivo y en armonía”, aseguró.

El documento final destacó en el punto 1 que “si bien muchas economías emergentes se encuentran ahora mejor preparadas para ajustarse a las cambiantes condiciones externas, aún enfrentan desafíos tales como la volatilidad de los mercados y la reversión de flujos de capital”. Cuando en la conferencia de prensa le preguntaron a Caputo si, al menos los países emergentes, habían estado discutiendo alguna estrategia común para evitar corridas cambiarias como la que tuvo que enfrentar Argentina en los últimos meses, la respuesta del presidente del Banco Central dejó en claro que pareciera no haber un plan para enfrentar esas situaciones de modo coordinado, más allá de la asistencia que pueda brindar el FMI: “Lo primero que remarcaría es que hay consenso en torno a una situación externa más favorable, el crecimiento previsto para este año es 3,9 por ciento, lo mismo para el año siguiente y cuando hablamos con los presidentes de los bancos centrales el escenario es muy predecible. La situación en Estados Unidos hoy es muy buena, hay poca presión a la suba de salarios y eso los hace sentir confortables con que no va a haber sorpresas en términos inflacionarios y van a tener una política monetaria gradual y muy predecible como la vienen teniendo. En Europa pasa algo similar”, aseguró Caputo.

Luego agregó que “hay mucha conciencia de que si algo de esto no fluyera como efectivamente parece tendrá sus consecuencias en los mercados emergentes y este ámbito justamente favorece el diálogo y las relaciones internacionales para todo lo que es la cooperación. En el caso nuestro, frente a la volatilidad que hemos sufrido hubo un gran apoyo internacional y el paquete que se pudo negociar con el Fondo tuvo no solo que ver con la excelente predisposición del Fondo sino también con el apoyo de los países miembros”.

 

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