El presidente electo busca disminuir la influencia económica de China en Brasil e intensificar la relación con Israel

El presidente electo de Brasil, Jair Bolsonaro, se dispone a dar un giro histórico en las relaciones diplomáticas de su país con EE UU, marcadas durante las últimas décadas por un frío distanciamiento. El Gobierno, que toma posesión en enero, quiere convertirse en el principal aliado de Donald Trump en Sudamérica y en intermediario en las conversaciones con otros países de la región. El acercamiento a Washington empezará a tomar forma el jueves, con la visita del consejero de Seguridad Nacional de la Casa Blanca, John Bolton.

Bolsonaro en cerimonia de graduación de paracaidistas en Río en el sábado.
Bolsonaro en cerimonia de graduación de paracaidistas en Río en el sábado. FERNANDO SOUZA AFP

El acercamiento que persigue Bolsonaro supone una revolución. Hay que volver al inicio de la dictadura militar (1964-1985) para encontrar un paso similar. Durante años el expresidente Luiz Inácio Lula da Silva promovió iniciativas regionales en el sur del continente, mientras los intereses económicos enfrentados en materia de comercio exterior e industria han mantenido a Brasil y EE UU alejados. Tradicionalmente, los países de América Latina que han buscado acercarse a Washington han sido Colombia o Argentina, que en los noventa hablaba de una “relación carnal” con EE UU, aunque durante el kirchnerismo también mantuvo una relación fría con la Casa Blanca.

Un miembro del equipo de transición de Bolsonaro, que tiene acceso directo al futuro ministro de Exteriores brasileño, el trumpista y antiglobalización Ernesto Araújo, define que la estrategia consiste en ser el gran aliado de la Casa Blanca en la región. Bolsonaro intenta imitar Trump en al menos dos frentes: desea disminuir la influencia económica de China en Brasil e intensificar la relación con Israel, al transferir la embajada de Tel Aviv a Jerusalén. Pero, como en otras áreas, el futuro Gobierno envía señales contradictorias en política exterior. Hay una disputa entre los grupos más trumpistas y los militares más pragmáticos que temen represalias de Pekín, principal socio comercial de Brasil.

Los países vecinos empiezan a adaptarse a los nuevos tiempos y se apresuran a tender contactos con el futuro Gobierno. Embajadores de los Gobiernos de Chile y Paraguay, además de representantes de Uruguay, Colombia, Ecuador, Argentina y Perú, se han reunido con el equipo de transición. “Solo Bolivia y Venezuela no han demostrado interés, al menos de momento”, afirma un miembro del futuro Gobierno. No hay ninguna sorpresa en el listado. Bolsonaro ha sido elegido con una ferviente retórica contra la izquierda y “anticomunista”, y no hay duda de que busca su inspiración en fórmulas ya utilizadas por otros líderes populistas de derechas.

La visita de Bolton, que se reunirá con Bolsonaro en Río de Janeiro, es un claro gesto de EE UU. Oficialmente, la cita está programada para el día 29. Bolton quiere aprovechar su viaje a la cumbre del G20 en Argentina para hacer una breve parada en Brasil. La cita ha aumentado las esperanzas en los círculos bolsonaristas de que Trump acuda a la toma de posesión del presidente, el 1 de enero. Fuentes del equipo de transición consideran que hay posibilidades de que así sea. No existen precedentes recientes de la presencia de mandatarios de EE UU en un cambio de Gobierno en Brasil.

Los bolsonaristas barajan la posibilidad de que asista al acto el primer ministro de Hungría, Viktor Orbán. El Parlamento europeo pidió en septiembre que se abriera un procedimiento sancionador contra el dirigente ultranacionalista por vulnerar los valores fundacionales de la UE. La semana pasada, en una llamada telefónica, le dijo a Bolsonaro que pretende ser “un gran compañero de Brasil”.

Cumbre conservadora

Antes de la ceremonia de investidura, Bolsonaro ya pretende poner a prueba su influencia. El 8 de diciembre promueve la Cumbre Conservadora de las Américas, en Foz de Iguazú, ciudad situada en la triple frontera entre Brasil, Argentina y Paraguay. Entre los participantes confirmados están José Antonio Kast, el ultraderechista que con 8% de los sufragios quedó en un inesperado cuarto lugar en las presidenciales chilenas; Orlando Gutiérrez, filósofo cubano exiliado en Estados Unidos; Jorge Jerez Cuéllar, general de la reserva colombiano, y el presidente destituido del Tribunal Supremo de Venezuela, Miguel Ángel Martín.

“Brasil siempre tuvo influencia en la región”, considera el politólogo Ricardo Caldas, profesor de la Universidad Nacional de Brasilia. El analista Leonardo Barreto, de la consultora Factual, duda que algunas promesas —como debilitar Mercosur, reforzar la relación con Israel o salir de algunos acuerdos internacionales— se materialicen. Los primeros meses de 2019 mostrarán la diferencia entre el discurso y la práctica.

LA INFLUENCIA CLAVE DEL HIJO DEL PRESIDENTE ELECTO

En el nuevo panorama diplomático cobra importancia la figura del hijo del presidente electo, el diputado Eduardo Bolsonaro. Fue él quien ayudó a convencer a su padre, un militar con fuertes ideas nacionalistas, para que diese un giro liberal en economía. También ha sido él quien ha buscado la interlocución con otros líderes conservadores del mundo, en especial con Donald Trump.

En agosto, el diputado estuvo con Steve Bannon, exconsejero de Trump y creador de The Movement, una organización sin ánimo de lucro fundada para promover el nacionalismo económico y el populismo de derechas en Europa.

Eduardo Bolsonaro también negoció un viaje a Washington para reunirse con el vicepresidente Mike Pence y con el secretario de Estado, Mike Pompeo. No lo consiguió como quería, pero fue recibido ese lunes en Washington por la subsecretaria de Estado para el hemisferio occidental Kimberly Breier. Como el mandatario electo no puede ausentarse del país debido a su salud —tiene pendiente una nueva operación para recuperarse de la puñalada que recibió en septiembre—, es su hijo que también debe tener encuentros políticos en Miami y Nueva York en los próximos días.

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