La desconfianza en el rumbo de la economía argentina se profundiza. En los primeros 4 meses del año salieron del sistema financiero más de 7 mil millones de dólares.

Hablar de fuga de capitales puede generar en quienes no siguen de cerca las alternativas siempre vertiginosas del sector financiero argentino dos sensaciones casi inmediatas: suena grave y se hace difícil dimensionar la magnitud del problema por lo abultadas de las cifras que se manejan.

En el primer cuatrimestre del año se fugaron del sistema financiero argentino 7.036 millones de dólares, unos 323.656 millones de pesos al tipo de cambio de este miércoles.

¿Cómo dimensionar esa fuga?

No es sencillo imaginar cuánto es más de 7 mil millones de dólares. Para dar cuenta de magnitudes siempre sirven las comparaciones. Por caso, los más 7 mil millones de dólares fugados en apenas los primeros 4 meses del año equivalen más que duplican el presupuesto que el gobierno de Mauricio Macri destinó al área de Salud para todo este año (149.697 millones de pesos).

La fuga del primer cuatrimestre se encuentra también muy por encima del presupuesto destinado para todo 2019 a Educación y Cultura (229.304 millones de pesos).

¿Qué significa que los capitales se fugaron?

Lejos del imaginario la fuga de capitales no implica necesariamente que salieron del país o que lo hicieron de manera ilegal.

Es considerada como fuga de capitales, por ejemplo, la remisión de utilidades que realizan las compañías multinacionales a sus casas matrices, retirar dólares del sistema financiero para guardarlos «bajo el colchón» o en una caja de seguridad y los pagos que realizan los turistas argentinos en el exterior, entre otras operatorias.

¿Que consecuencias tiene la fuga de capitales?

Para un país como la Argentina con serias dificultades para obtener divisas y fomentar la inversión privada la fuga de capitales tiene consecuencia smuy nocivas. Más si se da en un contexto en el que las medidas para desalentarla no están dando resultados.

La política de muy altas tasas de interés del Banco Central conducido por Guido Sandleris debería desalentar la fuga de divisas del sistema financiero. La tasa de referencia por encima del 71%, récord a nivel mundial, debería funcionar como un incentivo para la venta de dólares y posicionarse en instrumentos en pesos. Sin embargo sucede lo contrario. El desarme de plazos fijos en peso le agrega presión al dólar. El factor miedo, por la desconfianza que genera el modelo económico, le está ganando a la tasa.

El tipo de cambio alto como el actual desincentiva la fuga vía turismo emisivo sin embargo al mismo tiempo el gobierno abrió una nueva vía de fuga al potenciar y alentar el desarrollo del denominado «puerta a puerta» para realizar compras en el exterior.

En el contexto actual la fuga de capitales funciona como la más patente demostración de la desconfianza en la economía local lo que redunda, una vez más, en la caída de las inversiones y profundización de la recesión.

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