Iván Dri se quitó la vida de un escopetazo en su auto, en Federación. En el último año actuó como defensor en los casos mas polémicos de la costa del Uruguay. Lo llamaban “el abogado del pueblo”.

Iván Adhemar Dri murió a los 38 años de un disparo de arma de fuego en la cabeza. Su cuerpo fue hallado en el interior de su vehículo, frente al domicilio de sus padres en la ciudad de Federación. Todos los elementos según los investigadores apuntan a que se trató de un suicidio.
Según informaron fuentes policiales, recibieron un llamado telefónico poco después de la 1.30 de ayer, de parte de Adhemar Dri, el padre del abogado, informando del hecho. Cuando llegaron al lugar, en Almirante Brown y Las Camelias, los uniformados se encontraron con el cuerpo sin vida de Dri, en el asiento del conductor del Toyota Camry.
Intervino en la pesquisa el personal de la División Criminalística de Concordia, que secuestró el arma de fuego: un antiguo rifle marca Winchester calibre 44-40 con sistema a palanca. El balazo ingresó por el costado del cuello y le provocó la muerte de manera instantánea.
La noche del sábado fue a cenar a la casa de sus padres. Luego de la sobremesa, se sentó en la computadora a analizar el expediente de la causa que lo tenía como defensor de Hugo Leimann Patt, el psiquiatra imputado del asesinato de su esposa, Alejandra Inchauspe, y que está en la etapa del juicio. Se retiró e ingresó al auto para luego efectuar el disparo final. Por este caso, según informó la madre de Dri a Diario Junio, “sentía mucha presión porque estaba defendiendo a un inocente”, y “estaba presionado por la cantidad de gente que iba a su estudio sin descanso y quería estar tranquilo”.
Según trascendió, el cuerpo fue cremado en la mañana de ayer y sus cenizas fueron esparcidas en la reserva forestal El Aromito, que su padre cultivó.
También fue conocido por asumir la defensa de Roberto Marsicano, principal acusado en la muerte de Miguel Ángel Rosatelli, primo del subjefe de la Policía de Entre Ríos, Juan Ramón Rosatelli. En junio, mientras llevaba adelante esa investigación, el abogado recibió un balazo en la cabeza en circunstancias que fueron motivo de duda, ya que no podía relacionarlo con un supuesto ajuste de cuentas por una causa en particular, ya que eran muchas las que tenía en su poder. “Tengo un Dios aparte”, dijo en ese momento, ya que la bala le rozó el cuero cabelludo.
Otro hecho llamativo ocurrió en febrero, cuando lo encontraron deambulando a la altura del kilómetro de 271 de la autovía 14 bajo un estado de alteración. Se había hablado de un supuesto intento de suicidio o un cuadro psiquiátrico, ya que corría por la ruta gritando incongruencias.
En agosto, Dri había sufrido otro atentado cuando le arrojaron un baldazo de pintura gris en su auto. El abogado afirmó que esto no lo amedrentaba en ningún sentido, ya que se debía a su “compromiso con la gente”. “Es el costo de ejercer esta profesión, vivir comprometido y con coherencia puesta. Estoy dispuesto a seguir pagando el precio que sea”, remarcó en aquella oportunidad.
Otra causa que lo tuvo en los primeros planos fue la del homicidio en ocasión de robo del empresario de Federación Edwin Buchanan. Por el hecho, la Policía y la Justicia habían detenido e imputado a los hermanos Martín y Cristian Benítez, tras un clima social en la localidad de reclamo de seguridad. Dri se hizo cargo de la defensa y logró la excarcelación de los acusados y el fallo del juez Martín Carbonell de que “no se puede sostener como probable la participación de los acusados en el hecho imputado”.
En esta oportunidad, el abogado fallecido había cuestionado severamente la investigación y la acusación a inocentes con el fin de apaciguar el clamor en Federación por el esclarecimiento del brutal asesinato.

 

Sin pelos en la lengua
El abogado penalista Iván Dri se había ganado la fama de “polémico”, por su rol de defensor en las causas más resonantes de la costa del Uruguay, sus declaraciones y estrategias procesales. Lo cierto es que Dri no tenía reparos a la hora de cuestionar al Poder Judicial o a las investigaciones policiales cuando veía que las garantías de los acusados estaban en peligro. Le gustaba que lo llamaran El abogado del pueblo, ya que cualquiera tenía acceso a su estudio, realizar consultas y recibir la asistencia legal necesaria, sea por cuestiones penales como por problemáticas civiles o familiares. Trascendió por tener clientes de renombre, pero la mayoría de sus asistidos era gente pobre.

%d