Habrá esta noche una Vigilia del Bicentenario en todo el país. A la cero del sábado se cantará el Himno Nacional al unísono. Si bien Tucumán concentra el acto central, en todas las provincias se despliega amplia agenda de actividades.
El proceso de la independencia argentina fue uno de los más largos de América Latina. Sin embargo, a principios del siglo XIX, ciertos cambios en la estructura social, económica y política de la colonia llevaron a una élite ilustrada de patriotas a reflexionar acerca de su relación con España. Sin subestimar la influencia de la Ilustración, la Revolución Francesa ni la independencia de los Estados Unidos, el hecho que llevó a la élite criolla a comenzar el movimiento emancipador fue la ocupación francesa de España, en 1808, cuando Carlos IV y Fernando VII abdicaron sucesivamente en favor de José Bonaparte, de modo que España se convirtió en una suerte de protectorado francés.

Doscientos años después y en medio de un todavía incierto escenario económico y social, el Gobierno se encamina a sellar mañana con todos los gobernadores una declaración de unidad nacional para recordar, de algún modo, que la condición concreta de esta época lleva implícito un mensaje de necesidad de desarrollo conjunto de fuerzas productivas y políticas.

Lejos de aquel tiempo en que América hispana buscaba construir su propio perfil nacional, la realidad actual plantea para el país un objetivo primordial de integración global, en un contexto de reafirmación de identidad económica y política ineludible.

Sin embargo, este proceso de independencia que se ancla hoy y en este caso puntual a un hecho histórico, se produce en un tiempo universal de constantes cambios, en el que decenas de países y de pueblos desafían las fronteras del mapa global detrás del sueño del Estado propio.

Separatismos

Así, catalanes y vascos en España, corsos en Francia y escoceses del Reino Unido; quebequenses de Canadá, flamencos de Bélgica, chiapanecos de México y cruceños de Bolivia; palestinos, cachemires y tibetanos y saharauis de Marruecos impulsan un reclamo de soberanía que no se detiene. Y, aunque no todos son política y económicamente viables, la mayoría de ellos se encamina hacia la concreción de sus metas.

Como una paradoja de esa necesidad de integración global tan necesaria para la Argentina, el reciente escenario del «brexit» plantea un contexto de nuevo mundo al que se ata, inexorablemente, el destino de la economía de decenas de países, incluido el nuestro. Un futuro inmediato que plantea un desafío mayor para la política internacional de un Gobierno que aún intenta relocalizarse en el mapa exterior.

De allí entonces que la celebración de estos 200 años de independencia debería favorecer un impulso mayúsculo de pertenencia nacional, de verdadero compromiso individual puesto hoy más que nunca al servicio del bien común. Quizá como lo soñaron aquellos próceres reunidos en la entonces lejana ciudad de San Miguel de Tucumán a la sombra de un inmenso mundo que ya avanzaba sin freno.

Es imposible pronosticar cómo será el mundo en el que la Argentina festejará los 300 años de su independencia, pero -sin dudas- será uno muy distinto del actual.

Que sea un mundo mejor depende de un compromiso -alimentado desde lo individual, grupal y cultural- que deberá sostenerse en el tiempo para que definitivamente se instale el progreso como un pilar de nuestra sociedad

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