Silvina Barreto salía de su casa en Aranguren. Luego de cruzar la calle, José Roben le disparó en la nuca y luego la remató con un tiro en el pecho. No había denuncias ni hubo una discusión previa

Eran las 6.30 de la mañana y muchos en Aranguren se preparaban para ir a trabajar. Silvina Barreto se había levantado, se vistió y salió de su casa para iniciar su turno en la fábrica de aberturas de aluminio de la localidad. Cruzó la calle y en la esquina en diagonal a su domicilio cayó súbitamente. Un balazo la había alcanzado en la nuca y falleció en forma inmediata. Luego, otro disparo en el pecho aseguró su muerte. Tenía 46 años y dos hijos.
José Robel, de 60 años, regresó sobre sus pasos, entró a la vivienda y se sentó a esperar la llegada de la Policía. Cuando los uniformados entraron para detenerlo, les dijo: “Fui yo”, y les entregó la pistola calibre 22. Lo esposaron y trasladaron a la comisaría.
Una vecina había escuchado las dos estampidas y llamó a la Policía. Luego corrió a despertar a los hijos del matrimonio que no se habían enterado de lo sucedido.
A la esquina de las calles Sola y Echagüe llegaron los efectivos de la comisaría y el médico del centro de salud de Aranguren. Encontraron el cuerpo sin vida de Silvina y detuvieron a Robel. Luego arribaron autoridades de la Departamental de Policía de Nogoyá y el fiscal Federico Uriburu. El hombre fue trasladado y alojado en la Jefatura, y hoy será citado a declarar por el fiscal. Si decide hablar, no hay mucho misterio sobre lo que pueda relatar.
El femicidio, primero del año en Entre Ríos, quedó esclarecido de inmediato. Resta aclarar las circunstancias del ataque, aunque los indicios coinciden en que se trató de una acción planeada y ejecutada a sangre fría.
Silvina y Robel estaban casados desde hacía muchos años. Ella era de Victoria pero se fue a Nogoyá a trabajar a la empresa de fundición de aluminio y fábrica de aberturas, donde también se desempeñaba el hombre, pero en áreas y horarios diferentes. Desde hacía un tiempo estaban separados aunque seguían viviendo bajo el mismo techo.
Según informaron a UNO fuentes allegadas a la investigación, no hay registros ni en la Justicia ni en la Policía de alguna denuncia previa por violencia de género. Se sospecha que antes del asesinato no existió ninguna discusión entre la víctima y el asesino, ya que nadie escuchó ningún grito. Solo fueron los disparos de Roben que le pusieron fin a la vida de Silvina. Aunque se remitieron muestras de sangre para ser analizadas, todos coinciden en que el hombre no estaba alcoholizado ni exaltado, sino totalmente consciente de lo que hizo.
En la escena del crimen se secuestraron las dos vainas servidas: una en la puerta de la vivienda y otra al lado del cuerpo de la víctima. Por eso se pudo constatar que el primer disparo que impactó en la nuca de Silvina fue efectuado desde 30 metros de distancia. Además, en la casa se incautaron otras armas de fuego. Robel era un cazador aficionado, sabía lo que hacía y las consecuencias de su accionar.

La autopsia practicada por el médico forense en el hospital San Blas de Nogoyá, determinó que Silvina murió por el primer impacto de bala en la cabeza sin orificio de salida, y luego el cuerpo ya sin vida recibió otro balazo que ingresó en el pecho y salió por el omóplato.
Luego del femicidio de Priscila Hartman, ocurrido en octubre en Paraná, la Red de Alerta presentó en la Cámara de Diputados provincial un proyecto de ley para declarar la emergencia en violencia de género en Entre Ríos. Hasta ahora, la iniciativa no ha sido tratada por los legisladores.
La referente de la organización Silvina Calveyra dijo a APF que con el proyecto se pretende “fundamentalmente el reconocimiento de que la problemática está vigente en la provincia”, y “que se lleven adelante las medidas necesarias, como las casas refugio, con equipos interdisciplinarios específicos”, los cuales “no son lo mismo que las llamadas casa de la mujer”, ya que “deben ser lugares aislados, para que los violentos no puedan localizar a las víctimas”.

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