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El cura Ricardo López, quien fue vicario de la Parroquia de Santa Elena entre 2013 y 2015 y actualmente se encuentra en Paraná, sostuvo que las personas de condiciones vulnerables o desempleadas recurren a la venta de drogas como forma de sustento económico para sus familias porque no les queda otra posibilidad, tal como declaró hace algunos días el candidato a gobernador de Buenos Aires del Frente de Todos, Axel Kiciloff. «Sin herramientas y sin posibilidades de empleo, lo único que te queda es vender droga”, opinó el sacerdote.

El comedor comunitario de la parroquia Nuestra Señora de Guadalupe atiende a una población creciente de los barrios Humito, Mosconi, Alloatti, San Martín, Antártida Argentina, Cáritas, Los Hornos y La Floreta. Entregan, cada noche, de lunes a viernes, unas 200 viandas de comida, la mayor parte del tiempo guisados, a base de fideos o de arroz, el menú básico al que obliga la severa crisis económica.

“Somos de los pocos comedores comunitarios que hay en la ciudad. Este comedor tiene 20 años. Nació con la crisis de 2001. Antes trabajábamos más: teníamos 2 merenderos, que hemos cerrado”, dice el cura Ricardo López, párroco de Nuestra Señora de Guadalupe, asesor de la Pastoral Social. Lo dice con pesar: la demanda de comensales aumenta, pero los recursos son escasos.

Dice: “Tenemos muy poco apoyo. Hay un par de personas que nos proporciona carne. Y después también hay gente que nos donan fideos y arroz. Después, en el día a día, hay que pilotearla. Algunos días debimos bajar la cantidad de raciones porque no llegamos. Hay familias que en vez de 5 viandas se llevan 3. Se nos han agregado muchas personas, muy mayores y muy jévenes también. En más de una vez debimos agregar agua a la olla por la cantidad de gente que viene. Y eso dificulta a la hora de repartir. Tenemos que estirar un poco más la ración”.

(Comentario sobre la droga: minuto 10:45 al 13:06)

Preparar las 200 viandas les cuesta $15 mil por día. El Ministerio de Desarrollo Social, a través de la Dirección de Comedores aporta el 10% de ese costo, y por eso el cura López pide que el Estado revea el monto de asistencia que les hace. “Todos los días nos preocupa cómo llegar para tener la carne y las verduras, que se compran diariamente. No se pueden tener en stock ni comprar por mucha cantidad. Es lo que más nos cuesta de recibir en donaciones. Y ya casi no hay donaciones”, señala. 

El menú es el posible, no el deseado. “El dinero que recibimos tratamos de estirarlo. Compramos arroz, fideos. No tenemos la posibilidad de hacer un menú variado. Servimos guiso, arroz con salsa, fideos con salsa. Es lo que lamentablemente podemos hacer. Así venimos desde hace un año. Solo nos alcanza para arroz y fideo. Hace seis meses que tenemos el mismo aporte de Sidecreer. Ahora, el Gobierno decidió abrir los comedores escolares los sábado, y dispuso una mayor partida. Pedimos que esa mayor ayuda llegue también a nosotros. Las donaciones que antes teníamos han bajado muchísimo”, plantea.

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Si esos mayores recursos no aparecen, el futuro que avizoran es descarnado: la posibilidad cierta de cerrar el comedor de la parroquia Nuestra Señora de Guadalupe. “Ya hemos debido cerrar algunos días porque no teníamos para dar de comer”, acepta el sacerdote. “En estos momentos tenemos serias dificultades, y estamos recibiendo mucha más gente. La verdad, se nos parte el alma al tener que decirles que no, que no los podemos recibir. Es muy doloroso. Pero no nos alcanza”, resume.

Pero además de asistir, desde Guadalupe impulsan dos proyectos laborales, uno es la panadería social; otro, la fábrica de trapos de piso. “La panadería es autosustentable. Pero nos enfrentamos al serio problema del aumento de los insumos. Se fueron por las nubas -explica el cura López-. Evidentemente, es una muy mala época para abrir una panadería social. Pero entendemos que es importante apostar a esto. Pero es verdad que se nos complica. No recibimos ayuda de nadie. Todo lo que se produce se vende, pero los costos han aumentado mucho. De luz, pagamos $10 mil, y de gas natural, entre $7 mil y $8 mil”.

En medio, ocurre otro movimiento de la economía informal, la venta de droga al menudeo que es una salida laboral para muchos en los barrios pobres. “Es una competencia desleal. Es una realidad lamentable, que está. Tratamos de que los chicos salgan de ese círculo, y estudien, o trabajen. Pero es muy difícil. La droga mueve mucha plata, y lo otro, es mucho esfuerzo, y poca plata. La balanza está desequilibrada. Pero yo creo que son batallas que hay que dar”, analiza.

El sacerdote se muestra partidario de capacitar y dar nuevas herramientas a los jovenes para los nuevos desafíos del mundo laboral. Porque, concluye, “sin herramientas y sin posibilidades de empleo, lo único que te queda es vender droga”.

Fuente: Entre Ríos Ahora

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